lunes, 29 de abril de 2024

32



Hoy, 29 de abril del 2024 cumplo 32 años.

384 meses, 1.668,57 semanas, 11.680 días...

La vida a veces es complicada, dura, y en ocasiones insoportable... Pero hoy no quiero centrarme en eso.

Porque sí, puede costar más o menos, pero aquí sigo, aquí seguimos. Un día más, un año más.

A lo largo de estos 365 días han sucedido muchas, muchísimas cosas. Más de las que esperaba que pasasen. Ha habido momentos muy tristes, y otros muy felices.

Las dos caras de una moneda que no cesa en su girar. Sol y sombra, luz y oscuridad.

La eterna dualidad de la vida... Pero, ¿que sería de esta sin ella?

Parte de la gracia de la vida está, precisamente, en que no todo es tan sencillo.

Hoy cumplo un año más, y me siento agradecido, pese a lo que pueda parecer a veces, por lo que tengo.

Así que doy gracias a la vida, a mi pareja, a mis padres, a mí hermana, a mi abuela, a mis suegros... Doy gracias a todos aquel que permanece en mi vida a día de hoy, pero también doy gracias a todos aquellos que pasaron por ella, y que dejaron su huella y su granito de arena.

Pues es gracias a todo lo que he vivido y a quienes tengo a mi lado ahora mismo, que soy quien soy. La persona en la que me he transformado a lo largo de estos 32 años no sería posible sin todo lo que llevo conmigo.

Así que, gracias, mundo, gracias vida.

Y gracias, Laura, mi pareja, por todo el apoyo que me das a diario.

Brindemos por un año más en este viaje.

viernes, 19 de abril de 2024

¡Poemario!

 


Tras un largo periodo de tiempo trabajando en ello, mi pareja y yo al fin hemos conseguido sacar a la luz nuestro pequeño gran proyecto.

Se trata de un poemario doble, Grietas y renacer del alma. Está escrito por mí e ilustrado por ella @laulibird.

La primera parte tiene un tono más oscura y triste, mientras que la siguiente muestra un lado más alegre y optimista de la vida.

Ha sido más de un año de esfuerzos puestos en esto, de probar, intentar, tratar... Y finalmente hemos conseguido publicarlo.

Si os interesa podéis comprarlo directamente en su web: Laulibird si la adquirís aquí, además os enviaremos un agradecimiento escrito e ilustrado por nosotros mismos.

O bien en Amazon: Grietas y renacer del alma

Pero si queréis probar suerte, estamos sorteando un ejemplar en nuestras cuentas de Instagram: Brian Gil Escritor

Si queréis más información, podéis contactar con nosotros sin problema.

Esperamos que os guste mucho y que os haga sentir.

¡Un abrazo!


lunes, 15 de abril de 2024

El Nómada II

 


Llevaba una semana vagando de un lugar a otro. A veces soñaba con encontrar un lugar en el que asentarse y pasar el resto de sus días, pero sabía perfectamente que aquello no era más que un sueño que jamás vería cumplido.

Su camino le hizo toparse con lo que quedaba de una vieja casa de piedra. Tenía un enorme jardín en el que quedaban los restos de lo que parecía haber sido un huerto.

Observó con sus ojos cansados las ruinas que se erguían ante él. Casi podía ver a una familia viviendo allí. Por un momento pareció teñirse todo de colores. Pudo ver a dos personas labrando el campo, mientras que otras dos cosechaban los cultivos. Le pareció incluso escuchar a una vaca mugir, seguramente alguien la estaba ordeñando.

Leche fresca… Leche en general, hacía tanto tiempo que no la probaba que apenas recordaba su sabor. Y sabía que nunca más lo volvería a hacer.

Sacudió la cabeza, había comenzado a llover, y dio la sensación de que las gotas de agua habían borrado todo rastro de color.

Suspiró y recordó a su familia. Sus padres solían vivir en un lugar parecido a aquel. Sabía que lo que creía haber visto no eran sino recuerdos de su propia infancia.

«Oh, mente traicionera… Siempre me haces recordar tiempos mejores» pensó mientras se acercaba a la puerta de la casa pistola en mano.

No pensaba que hubiese nadie dentro, pero toda precaución era poca dada la situación. Empujó la puerta con cuidado y se asomó despacio.

Vacío, literalmente vacío. Ni siquiera había polvo allí. Y eso no le gustó ni un pelo. La ausencia de polvo mostraba la presencia de movimiento.

Retrocedió lentamente sin dejar de empuñar el arma, podía aparecer alguien en cualquier momento. Trató de agudizar el oído, pero la lluvia ya caía con fuerza otra vez, y eso dificultaba escuchar.

Un paso, dos, tres fueron los pasos que alcanzó a dar hasta que notó algo detrás de él.

  —No muevas ni un pelo —dijo una voz grave.

Él no contestó, sabía que nada que dijese podría mejorar su situación.

  — ¿Qué haces en mi hogar? ¿Has venido a robar? —preguntó la voz grave.

Él negó lentamente con la cabeza.

  — ¿Entonces? ¿Estás huyendo de algo?

Asintió.

La persona de la voz grave resopló.

  —Hoy en día todos huimos de algo, hijo —dijo con un tono más amigable.

Él dudó unos instantes antes de enfundar su arma.

  — ¿Guardas la pistola? Es un gesto muy estúpido por tu parte, pero también de buena fe.

Fue ahí cuando supo que había actuado bien.

  —Mira, haremos una cosa… Te voy a encerrar en una habitación, pero no me malinterpretes, lo hago por seguridad. En cuanto amaine la lluvia, te marcharás. ¿Qué te parece?

Él asintió. Sabía que aquello bien podía ser una trampa, pero tampoco había alternativa.

La persona de la voz grave le indicó que entrase en la casa y le llevó por ella hasta una habitación. Le ordenó entrar, y cerró la puerta. Pudo escuchar un candado cerrándose al otro lado.

Observó su celda temporal, tenía una cama vieja y roída, una cómoda… Y poco más.

Se sentó en el colchón mugriento y aguardó pacientemente. Al cabo de un rato escuchó pisadas acercándose a la puerta.

  —Te he traído algo de comer. No es gran cosa, pero al menos te ayudará a recuperar algo de energía —dijo la voz grave.

Vio como una pequeña trampilla se abría en la parte baja de la puerta, y una mano empujó un viejo plato de hojalata con algo en él.

Se acercó a inspeccionarlo. Parecía algún tipo de pan casero. No sabía si comérselo, podría estar envenado. Tal vez le drogase. Olía bien, parecía recién hecho.

Casi sin darse cuenta, ya se había comido gran parte del pan. Pensó para tranquilizarse que no tendría sentido que le envenenase, pues, si quisiera matarlo, ya lo habría hecho.

Fuera se escuchaba como la tormenta empeoraba por momentos. Truenos, viento, un diluvio.

  —Parece que vas a tener que pasar la noche aquí —dijo la voz grave —. En la cómoda hay unas cuántas mantas, siéntete libre de utilizarlas.

Él cogió algunas y se tumbó sobre la cama. Era realmente cómoda pese al aspecto cochambroso que tenía. Se quedó dormido irremediablemente.

Se despertó a saber cuántas horas después. Se incorporó y miró a su alrededor. ¿Realmente estaba allí?

Se fijó en que había otro pan y una botella de agua delante de la puerta. También una nota.

«Te he dejado esto para que desayunes. Yo me voy, pero cuando vuelva, espero que te hayas ido. No es nada personal, pero hoy en día no puedes fiarte de nadie. Espero que te vaya bien en tu viaje y que sobrevivas. Suerte.»

Entonces se percató de que la puerta estaba entornada.

Engulló el pan y bebió la mitad de la botella, guardó el resto para más tarde. Echó una última mirada al lugar y retomó el camino.

Aquella noche había sido un regalo para él. Comida, cama, refugio… No podía pedir nada más. Sin embargo, ahora le aguardaba el camino, otra vez. Y sabía que posiblemente, no volviese a tener esa suerte nunca.

Se giró una última vez para observar la casa. Le pareció ver a un hombre en una de las ventanas. Incluso le pareció que se despedía de él con la mano. Quizás no era más que una alucinación. ¿De verdad quedaba gente buena en el mundo?

Acomodó su mochila y caminó ya sin mirar atrás.

sábado, 13 de abril de 2024

El Nómada I

 


Llevaba días caminando sin rumbo ni destino. Tan solo avanzaba, sin siquiera cuestionarse por qué lo hacía. Un pie tras otro, paso a paso.

Observó el entorno que le rodeaba, todo carecía de color, hacia tiempo que la escala de grises se había adueñado del mundo y había despojado al resto de tonos para siempre.

«Siempre…» pensó mientras sacudía la mochila que llevaba a la espalda.

Ese concepto le resultaba extraño. Si no hallaba algo de comer pronto, conocería lo que era descansar para siempre.

Anduvo sin descanso hasta que llegó la noche. Cerca de él tan solo ruinas, y ninguna le otorgaría refugio suficiente.

Suspiró mientras contaba la munición que le quedaba en la vieja pistola que portaba. No tardó demasiado en terminar, una única bala en la recámara aguardaba pacientemente.

Eso era todo, 8 gramos de plomo es cuanto hacía falta para acabar con todo. Algo tan pequeño podría causar algo tan grande, tan eterno.

Echó otra ojeada a las ruinas que le rodeaban. Pensó que lo más sensato sería ponerle fin a todo, así al menos descansaría. Y quién sabe, quizás incluso se reuniría con sus seres queridos.

Estaba tan concentrado en sus pensamientos que apenas se percató cuando un sonido atronador llegó llevado por el viento.

«Un disparo» pensó.

Tenía que actuar rápido, pues ya no solo la noche le acechaba. Se acercó a las ruinas y buscó una decente. No iba a cometer el error de ocultarse en la más estable y segura, pues aquello sería demasiado evidente y le pondría en peligro.

Entre todas ellas divisó una. Antaño debió ser una tienda, pero ahora solo quedaba un muro y medio, parte del suelo, y el mostrador. El resto no era más que escombros.

Se acercó al viejo mostrador de madera, aunque sabía perfectamente que allí no habría nada para comer. Seguramente había sido saqueado varias veces a lo largo del tiempo.

En efecto, estaba completamente vacío, aunque todavía conservaba las puertas corredizas en las que solían almacenar enseres. Aquello le serviría como refugio.

Primero acomodó la mochila en el interior, y después se metió él mismo dentro. Cerró la puerta y aguardó.

Estaba estrecho, lleno de polvo y olía a humedad, pero al menos le resguardaba del frío de la noche y de otros posibles supervivientes.

Antaño habría elaborado alguna estrategia para vigilar a las personas que habían causado el disparo, por si eran buenas y podían ayudarse mutuamente. Sin embargo, ya hacía bastante tiempo que no quedaban buenas personas, y él lo sabía perfectamente.

Y, si quedaba alguna, estaría escondida en algún armario, cómo él.

Cerró los ojos y trató de dormir.

Cuando despertó pudo escuchar que fuera estaba lloviendo. Llovía mucho últimamente, aunque por suerte ahí dentro estaba cubierto. Decidió esperar a que amainase, y después salió y se puso en marcha de nuevo.

No pudo ver huellas, pues la lluvia había borrado todo, pero tampoco veía signos de que hubiese alguien cerca, así que continuó su camino sin rumbo.

Llegó a una colina bastante alta, pensó que tal vez desde arriba podría ver algo interesante, así que ascendió con cuidado entre las rocas y el barro.

No muy lejos de allí divisó una vieja carretera, y por ella caminaban un hombre con un carro de la compra y un niño a su lado. Recordó un viejo libro, pero podría tratarse de cualquiera. Dudó sobre si acercarse a ellos, tal vez fuesen buenas personas. Iba un niño, y eso era buena señal. ¿Quién sino una buena persona viajaba con un niño ileso en aquellos tiempos?

Finalmente decidió no acercarse, pues, pese a que su instinto le decía que eran buena gente, sabía que era peligroso.

Se sentó allí arriba, observando todo en la distancia. Hizo memoria, apenas recordaba la última vez que vio algo natural de color verde.

Suspiró agotado y emprendió de nuevo la marcha, sin saber hacia dónde dirigirse, ni por cuánto tiempo.

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Hoy, 29 de abril del 2024 cumplo 32 años. 384 meses, 1.668,57 semanas, 11.680 días... La vida a veces es complicada, dura, y en ocasiones in...