Tu familia y tú vais a la playa a primera hora de la mañana.
Vas con tu cubo, tu pala, y una gran determinación a
construir el mejor de los castillos de arena.
Es temporada alta, así que pasáis un rato bastante largo
buscando un lugar en el que colocaros. Pero no pasa nada, tienes todo el día
por delante.
Cuando por fin colocáis las toallas, ya estabas un poco
impaciente, pero la ilusión de ponerte por fin con tu castillo hace que se te
olvide todo.
Agarras tus “herramientas”, y te aventuras unos metros más
allá, para comenzar a construir.
Quieres hacer un castillo realmente increíble, así que pones
mucho empeño y cuidado, llevas cerca de una hora. Estás seleccionando conchas y
piedrecitas para decorarlo, pero mientras se las estás colocando, llega una
gran ola y lo destruye por completo.
Observas con impotencia como tu castillo está siendo
arrastrado por la corriente, sin que puedas hacer absolutamente nada.
Se ha ido, donde antes se alzaba tu precioso castillo casi
acabado, ahora no queda nada.
Suspiras algo frustrado, pero no pasa nada, todavía queda
mucho día, ¡puedes construir uno incluso mejor!
Esta vez llevas cerca de hora y media trabajando en tu
castillo, ya está casi terminado.
Te sientes orgulloso, feliz, y satisfecho. ¡A tus padres les
va a encantar tu castillo!
De pronto, llega un niño más grande, y con pintas de abusón.
Se pone a tu lado mientras empieza a decir cosas malas sobre
tu castillo, pero prefieres ignorarle para ver si se marcha.
El otro niño, enfadado, comienza a patear tu precioso
castillo.
No te lo puedes creer, todo tu trabajo destruido por un
idiota.
Estás al borde del llanto, pero decides encarar al niño, y
le recriminas que por qué ha hecho eso.
La única respuesta que obtienes es un tortazo muy fuerte en
la cara, y el niño se marcha, mofándose de ti.
Lloras un poco, pero no pasa nada, todavía tienes tiempo.
Cansado y desganado te pones de nuevo con tu castillo.
Cuando te queda poco para acabarlo, tus padres te llaman a
comer.
Suplicas, imploras que esperen un poco, que ya casi lo has
terminado. Pero dicen que no; tenéis mesa reservada, y tenéis que ir ya.
Suspiras mientras te acercas a ellos, mirando hacia tu
castillo incompleto.
Has disfrutado mucho la comida, y vuelves a la playa con las
energías renovadas, ¡tu castillo quedará precioso ahora!
Pero, una y otra vez, cuando estás a punto de terminarlo,
sucede algo que lo destruye por completo.
Niños abusones, olas de mar, un perro que pasa corriendo…
Estás harto, el Sol ya casi se ha ocultado, y tus padres
dicen que es hora de que os marchéis.
Te encuentras de pie, observando el montoncito de arena que
queda de los numerosos intentos de tu castillo. Has perdido todo el día en
ello, y al final, no has conseguido absolutamente nada.