domingo, 30 de agosto de 2020

Sociedad

 


Cada día, y cuanto más observo a las personas, más se incrementa ese sentimiento que he tenido siempre.

Un sentimiento de no pertenecer a esta sociedad, de no estar en mi lugar del espacio-tiempo.

Veo, escucho, siento...

Y soy incapaz de entender nada.

Todo lo que me rodea parece carecer de lógica, incluso las cosas propias de la ilógica carecen de ello.

Es como si todo estuviese totalmente imbuido en el más absurdo sinsentido, un completo e inevitable signo de estupidez máxima.

El ser humano, supuestamente la especie más inteligente del planeta...

Observo al resto de animales, estudio sus comportamientos, aprendo de ellos.

¿Realmente los humanos se creen superiores?

Estoy seguro de que jamás alcanzaré a comprender esta sociedad, sus constructos, sus costumbres, sus normas...

Creo que, cualquiera que se parase a contemplar lo que nos rodea, comenzaría a cuestionarse, emprendería un camino hacia la Verdad, y, comprendería que, cuanto más se sabe, más ignorante se es.

Ah... No puedo esperar a irme unos días a solas en el bosque.

Los árboles, los animales, las estrellas...

lunes, 24 de agosto de 2020

Castillos de arena



Tu familia y tú vais a la playa a primera hora de la mañana.

Vas con tu cubo, tu pala, y una gran determinación a construir el mejor de los castillos de arena.

Es temporada alta, así que pasáis un rato bastante largo buscando un lugar en el que colocaros. Pero no pasa nada, tienes todo el día por delante.

Cuando por fin colocáis las toallas, ya estabas un poco impaciente, pero la ilusión de ponerte por fin con tu castillo hace que se te olvide todo.

Agarras tus “herramientas”, y te aventuras unos metros más allá, para comenzar a construir.

Quieres hacer un castillo realmente increíble, así que pones mucho empeño y cuidado, llevas cerca de una hora. Estás seleccionando conchas y piedrecitas para decorarlo, pero mientras se las estás colocando, llega una gran ola y lo destruye por completo.

Observas con impotencia como tu castillo está siendo arrastrado por la corriente, sin que puedas hacer absolutamente nada.

Se ha ido, donde antes se alzaba tu precioso castillo casi acabado, ahora no queda nada.

Suspiras algo frustrado, pero no pasa nada, todavía queda mucho día, ¡puedes construir uno incluso mejor!

Esta vez llevas cerca de hora y media trabajando en tu castillo, ya está casi terminado.

Te sientes orgulloso, feliz, y satisfecho. ¡A tus padres les va a encantar tu castillo!

De pronto, llega un niño más grande, y con pintas de abusón.

Se pone a tu lado mientras empieza a decir cosas malas sobre tu castillo, pero prefieres ignorarle para ver si se marcha.

El otro niño, enfadado, comienza a patear tu precioso castillo.

No te lo puedes creer, todo tu trabajo destruido por un idiota.

Estás al borde del llanto, pero decides encarar al niño, y le recriminas que por qué ha hecho eso.

La única respuesta que obtienes es un tortazo muy fuerte en la cara, y el niño se marcha, mofándose de ti.

Lloras un poco, pero no pasa nada, todavía tienes tiempo.

Cansado y desganado te pones de nuevo con tu castillo.

Cuando te queda poco para acabarlo, tus padres te llaman a comer.

Suplicas, imploras que esperen un poco, que ya casi lo has terminado. Pero dicen que no; tenéis mesa reservada, y tenéis que ir ya.

Suspiras mientras te acercas a ellos, mirando hacia tu castillo incompleto.

 

Has disfrutado mucho la comida, y vuelves a la playa con las energías renovadas, ¡tu castillo quedará precioso ahora!

Pero, una y otra vez, cuando estás a punto de terminarlo, sucede algo que lo destruye por completo.

Niños abusones, olas de mar, un perro que pasa corriendo…

Estás harto, el Sol ya casi se ha ocultado, y tus padres dicen que es hora de que os marchéis.

Te encuentras de pie, observando el montoncito de arena que queda de los numerosos intentos de tu castillo. Has perdido todo el día en ello, y al final, no has conseguido absolutamente nada.

lunes, 17 de agosto de 2020

Todo irá bien

“Todo irá bien. Las cosas mejorarán, ya lo verás.”

Me digo una y otra vez a mí mismo.

No me lo creo, pero necesito creerlo.
Necesito creer que mañana saldrá el Sol, y que volveré a sentirme bien.

Cada vez que me paro a contemplar mi alrededor, me siento desolado.
No soy feliz, no estoy conforme, no me gusta.

Estoy muy cansado, y cada vez me cuesta más mentirme a mí mismo.

“La tormenta no puede durar para siempre, mañana amanecerá, ya lo verás.”
Le he dicho eso tantas veces a tantas personas, que la frase carece completamente de sentido ya para mí.

Seré sincero, conmigo mismo, con el Todo y la Nada:
Tampoco estoy haciendo nada para cambiar todo aquello que me aflige, todo aquello que me genera malestar y tristeza.
No es porque no quiera que las cosas cambien, es, simplemente, que lo he intentado tantas veces, que hace mucho tiempo que agoté mis fuerzas.

Hablaba con mi mejor amigo, mi “hermano”, hace poco cuando fui a verle, la única persona en este mundo que realmente me comprende, y que siente esta Oscuridad como yo.
Ambos comentábamos que, no sabemos cómo seguimos vivos a día de hoy, que no sabemos de dónde sacamos la fuerza, día a día, para seguir en este mundo.

Él dice que quizás recuperamos la fuerza muy rápido, de forma que somos capaces de aguantar un día más.

Un día más, siempre un día más.

Mi madre lleva diciendo toda la vida una frase:
“Lo mejor está por llegar.”

miércoles, 12 de agosto de 2020

Pequeñas motas de materia

Sólo eso.

No somos más que minúsculas motas de materia sobre una diminuta roca húmeda que flota en una inmensidad desconocida.

Somos, todos y cada uno de nosotros, con nuestras mentes, nuestros sueños, nuestros miedos, temores... Con nuestros sentimientos, seguimos siendo pequeñas insignificancias cuya efímera existencia será borrada en menos tiempo del que nuestras ínfimas mentes pueden siquiera acercarse a comprender.

Nosotros, tan pequeños, tan fugaces…

Y, sin embargo, muchos creen ser algo más.

Creen, sienten que son superiores, que son algo.

Miran a sus breves vecinos por encima de sus hombros, pensando que ellos son algo más, olvidando que todos somos igual de perecederos, y que, al final de nuestro viaje, acabaremos en el mismo lugar.

¿De qué sirve el dinero? ¿De qué sirve el poder? ¿La fama?

Esas cosas, en vida, pueden hacer que esta resulte más o menos cómoda, pueden facilitarla o complicarla.

Pero la Muerte no entiende de riqueza, ni da tregua a alguien por su renombre.

¿Qué importan las creencias? ¿La orientación sexual?

¿Qué importa el color de piel? ¿O el lugar de nacimiento?

Odiar a nuestros hermanos por poseer un cascarón distinto al nuestro es tan absurdo como creernos superiores por nuestra “moralidad”, o nuestras creencias.

Al final, todos estamos formados de lo mismo, y terminaremos en el mismo lugar.

Lo mismo aplica a aquellos que se sienten superiores a cualquier otro ser vivo sobre la faz de la Tierra.

No, no somos superiores, no somos mejores, no somos peores.

Ese animal que muere para el consumo de otros, esa mosca que apartas de un manotazo, esa brizna de hierba que pisas, esa persona que vive en la otra punta del mundo…

Todos somos pedazos de materia flotando sobre una roca húmeda que flota en una inmensidad desconocida.



El Nómada II

  Llevaba una semana vagando de un lugar a otro. A veces soñaba con encontrar un lugar en el que asentarse y pasar el resto de sus días, per...