Iba a escribir una entrada sobre un tema en concreto, pero,
tal y como me sucede en diversas ocasiones, he comenzado a divagar. Un torbellino
de pensamientos se ha apoderado de mí, y ha salido esto:
Mis propias palabras resuenan en mi cabeza a través del
tiempo.
Como susurros en mitad de la noche, como el viento cuando
mueve los árboles.
Consejos, palabras de aliento, decisiones...
Resuenan en mi cabeza, y dan vueltas y más vueltas.
Como si todo fuese un ciclo que se repite una y otra vez.
Una y otra, una y otra.
¿Todo es igual siempre? ¿Todo se repite de alguna manera?
El mundo es un lugar oscuro, hay mucha gente rota, dolida e
incomprendida.
Parece que el odio y el mal acechan en cada esquina.
Pero también hay luz, yo sé que la hay.
Y trato de ayudar a los demás a verla, como también me ayudo
a mí mismo.
¿Por qué la gente es así? ¿Por qué no pueden ver la belleza
que está ante sus narices?
No comprendo este mundo, nunca lo he comprendido.
No entiendo a las personas, ni sus comportamientos.
¿Soy yo el loco? ¿Por qué hay tanta maldad?
Siempre he pensado que el ser humano es malo por naturaleza,
pero, ¿por qué?
Mucha gente ni siquiera se plantea si lo que hace está bien
o mal. Y mejor, porque de planteárselo, y hacer el mal a sabiendas, solo
empeora el monstruo que son.
Pero, ¿por qué? ¿Sus cabezas están vacías? ¿No ven más allá
de sus propias narices?
Supongo que es cuestión de bondad y empatía.
Ahora me viene a la mente una vieja conversación con Víctor…
“¿Por qué se le llama «humanidad» a la humanidad? Parece que
el ser humano carece de ella, y, pese a eso, se le llama así.”
Y la misma pregunta viene a mí.