«El infierno está vacío, y todos los demonios están en la
Tierra»
—William Shakespeare—
Hay mucha maldad en el mundo, demasiada.
Mi mente no puede concebir según qué cosas. No puedo comprender
por qué tanta gente hace tanto mal.
El sábado, sin ir más lejos, presencié algo que me dejó mal
cuerpo.
En un edificio al que voy a trabajar hay un guardia de
seguridad, llamémosle “Óscar”.
Óscar es una persona muy simpática y agradable, saluda a
absolutamente todo el mundo, y le desea un buen día. Además, siempre está
dispuesto a echar una mano.
El mismo sábado me estuvo ayudando a realizar una tarea muy
pesada, cuando, no solo no era su trabajo, sino que podía haberse buscado un
problema por hacerlo.
Me dijo “no te preocupes, eres una buena persona. Tú me
ayudas a mí, y yo te ayudo a ti. Si todo el mundo fuese como tú y yo, el mundo
sería un lugar mucho mejor. Pero la gente es como es.”
También me contó que, por motivos que no vienen al caso, a
veces lleva sus pertenencias en una bolsa de plástico.
Pues por ese simple hecho recibe malas miradas y palabras
desagradables en el transporte público. Es juzgado por el mero hecho de llevar
una bolsa de plástico en el metro. ¿En qué mundo vivimos?
No puedo saberlo con certeza, pero, por la forma en la que
habla, debe tener algún tipo de problema de salud.
Pues el mismo sábado un grupo de gente comenzó a reírse de
él.
Piensan que Óscar es estúpido, que no se entera de las
cosas. Ni siquiera se esperaron a que se alejase para empezar a mofarse.
Si tan solo se hubiesen fijado en la cara con la que se
marchaba, se darían cuenta de que, no solo se entera perfectamente de todo,
sino que es mucho más inteligente que ellos.
Quizás habla un poco raro, ¿por eso tienes derecho a
burlarte de él?
Me parece increíble que, de unas 20 personas que había en
aquel momento, ninguna se parase a pensar que aquello estaba mal.
No… Estoy seguro de que todos ellos sabían perfectamente que
aquello estaba mal, pero que no les importaba lo más mínimo.
A mí me hirvió la sangre, no soporto ese tipo de cosas.
Cuando terminó mi jornada laboral, me pasé por la caseta de
seguridad para charlar con Óscar.
Varias veces me insistió “no, vete. No quiero quitarte de tu tiempo”. Pese a
ello, era evidente que se sentía solo, y que le venía bien la compañía.
Me estuvo contando un poco sobre su vida, y la verdad es que
me sorprendió, ha visto mucho mundo, y tiene un gran recorrido a sus espaldas.
Óscar es perfectamente consciente de todo cuanto le rodea.
Ve las miradas de la gente.
Escucha sus comentarios.
Observa los pequeños detalles.
Óscar es una persona, quizás mucho más que aquellos 20
demonios que se mofaron de él por ser diferente.
¿Cuántos Óscars habrá por el mundo?
¿Cuántos demonios como aquellos estarán sueltos a su antojo?
Hay mucha maldad en el mundo, demasiada.
Pero también hay gente como Óscar.
También hay bondad.
Hay demonios, pero también hay ángeles.
Y mientras haya ángeles, habrá esperanza de un mundo mejor.