A lo
largo de la vida me he mudado muchas veces. Tantas como para darme cuenta de
que, lo mejor, es viajar ligero.
¿A qué
me refiero?
Todo el
que se haya mudado, o haya ayudado a otra persona en una mudanza, se habrá dado
cuenta de la cantidad de cosas que acumulamos a lo largo de la vida.
Que si
un recuerdo de tal viaje, otro de tal persona, una chorradita que compré en tal
lugar... Que si libros que no me he leído ni me leeré, libros que me he leído
cien veces… Que si ropa que ya no me vale, ropa que me da pena tirar…
En
conclusión, una cantidad inmensa de objetos cuya utilidad terminó hace tiempo.
¿Y qué
sucede entonces?
Pues que
tienes dos opciones: o haces una mudanza con decenas de cajas llenas de cosas
que carecen de valor real, o haces una limpieza y te quedas solo con aquello
que realmente te merece la pena conservar.
Y todos
sabemos lo cansadas que son las mudanzas, así que imagina hacer una en la que
haces interminables viajes cargado de cosas. ¿Qué te pasaría?
Acabarías agotado de tanto cargar con cosas.
¿Qué
necesidad hay de sufrir por acumular una cantidad ingente de cosas inútiles?
Al final
te das cuenta de ello, y decides deshacerte de todo aquello que ya no te sirve
de nada, ¿verdad?
Bien,
pues lo mismo se puede decir de aquellas cosas no materiales.
¿De qué
nos sirve cargar con la culpa, la vergüenza, el arrepentimiento, el rencor, el
odio… Y todos aquellos sentimientos negativos?
No
quiero que se me malinterprete, no estoy diciendo que no debamos sentirlos en
determinadas ocasiones. Al contrario, soy un fiel defensor de que es bueno y
saludable sentirlos en ciertos momentos.
Me
refiero más bien a esas cosas que arrastramos durante mucho tiempo.
Estoy
seguro de que todos tenemos algún recuerdo vergonzoso que nos viene a la mente
de manera recurrente. O algo de lo que nos arrepentimos en mayor o menor
medida. Y lo mismo puedo decir del rencor: creo que todos lo hemos sentido
alguna vez.
Pero
llega un momento en la vida en la que esos sentimientos te pesan y agotan tanto
que terminan condicionándote de cierta manera.
Entonces,
si te has deshecho de las cosas materiales que no te servían, ¿por qué no lo
haces con las cosas no materiales que no te benefician?
Creo que
vivimos en una sociedad que no prioriza la salud mental como debería.
Lo que
quiero decir con todo esto es que hay que aprender a viajar ligero, tanto
física como mentalmente.
No es necesario que carguemos con sentimientos horribles toda la vida, al
contrario, lo ideal es dejarlos salir y que den paso a nuevos sentimientos.
Vivid,
sentid, soñad.