Hola.
Ya, lo sé. Te preguntarás que por qué te escribo después de
tanto tiempo sin saber nada el uno del otro… Entiendo que se te haga raro, pero
bueno, aquí voy.
¿Cómo te va todo? Espero que bien. Me enteré de algunas
cosas, ya sabes que las noticias vuelan.
El caso es que estoy pasando unos días en nuestro viejo
barrio y me he acordado de ti. Pasamos tantas cosas en este sitio… ¿Cómo
olvidarlo?
Pues resulta que hoy me ha dado por salir a pasear. He
estado un buen rato recorriendo las calles, los campos, los parques... Todos
aquellos lugares que antaño recorríamos a diario.
Ya sabes que soy una persona un tanto melancólica, y es que
este lugar está lleno de momentos, de anécdotas, de alegrías, de tristezas… Ha
sido una sensación agridulce.
Cada rincón de este barrio tiene algo que me trae recuerdos,
ecos del pasado que aún resuenan en mi memoria. Cómo el viejo parque al que me
llevaba mi abuelo de pequeño, mi antigua casa, la misma en la que vivimos
innumerables situaciones, el campo por el que paseábamos a los perros, el
parque de la guardería al que solíamos ir a merendar y charlar…
Podría pasarme horas contando batallitas sobre las calles
que nos vieron crecer, ya sabes que cuando me arranco a hablar, no paro… Pero
no quiero ponerme melancólico. Además, tengo novedades que contarte. No te lo
vas a creer.
A medida que caminaba y observaba mi alrededor, una
sensación extraña me invadía. Me he sentido raro, como sí, pese a todo, no
reconociese el barrio. Pasamos aquí cerca de veinte años, pero ahora todo es
distinto.
¿Te acuerdas del skate park? No todo el mundo se atrevía a
pasar por allí, salvo para lo que tú ya sabes. Total, el parque en el que
estaba, ese mismo que muchos evitaban… Pues ha cambiado completamente.
En primer lugar, han quitado toda la parafernalia que tenían
montada, y han puesto un parque infantil bastante grande. Sí, es un cambio
radical, pero no acaba ahí: el parque estaba lleno de familias con niños jugando
y riendo. ¿Te lo puedes creer? Porque yo todavía no salgo de mi asombro.
Bueno, continué mi camino, y llegué a nuestro antiguo
instituto, lugar en el que pasamos los peores años de nuestras vidas. Siempre
lo recordaré como un infierno, una cárcel con vallas altísimas para que nadie
escapase. Reconozco que al pasar por delante me ha invadido un sentimiento de
ira y nostalgia.
¿Pero sabes qué? Han quitado parte de las vallas, han
pintado los edificios, cuidado los jardines, arreglado los desperfectos… ¿Qué
está pasando?
Espera, que viene lo mejor, y esto te va a sorprender tanto
cómo a mí: al pasar por la puerta estaba llena de chavales. Me he quedado
sorprendido cuando me he dado cuenta de que se apartaban para dejar pasar a las
personas que iban por allí. En nuestros tiempos se habrían puesto en medio, y
habrían soltado algún improperio para provocar.
No sé, a medida que iba visitando lugares, me he ido dando
cuenta de cuánto cambia todo con el tiempo…
Voy a resumir algunas de las cosas que más me han
sorprendido hoy en mi paseo:
-No he visto ni un solo cable con zapatillas colgadas en
ellos. En su lugar, había pájaros cantando alegremente.
-No olía a droga en ningún lugar de todos los que he pasado.
Ni siquiera aquellos en los que te colocabas solo con cruzar.
-Los jardines que antes estaban secos y sucios ahora están
repletos de flores y plantas.
-Los caminos por los que sacábamos a los perros ya apenas se
ven, la naturaleza ha crecido tanto que los ha ocultado.
-Han cerrado más de un tugurio de los que había.
-Hay una cantidad considerablemente menor de grafitis y
vandalismo, parece un lugar nuevo.
En fin, se ve que todo ha cambiado a mejor.
Por cierto, cuando iba por el campo me he encontrado un
tenedor igualito que los que teníamos en mi casa cuando era pequeño. Con el
mismo dibujo grabado y todo. Se lo he enseñado a mi madre, y ha dicho de broma
que “quizás era una señal”.
Yo sé que ella no lo decía en serio, pero me ha hecho
pensar… Todo evoluciona, todo avanza, todo cambia… Y ese viejo tenedor tirado
en el campo me ha recordado, en cierta manera, a nosotros. Al verlo allí, he
pensado que, si todo ha avanzado, ¿por qué yo no?
Y entonces me ha dado por meterme entre las plantas para
llegar a aquel edificio abandonado en el que escribimos nuestros nombres.
¿Sabes qué? Ya no estaban, el tiempo los ha borrado. Sin embargo, sí que
permanecía allí, en lo alto de las ruinas, mi viejo apodo escrito. Lleva ya
cerca de veinte años allí.
Una vez más, me ha hecho pensar… Siento como si, en cierta
manera, siguiese atrapado allí, en aquellos días, anclado en el pasado por
algún motivo. Quizás sea porque me resulta muy duro dejar atrás cosas… No lo
sé, pero no quiero terminar sin sacar una conclusión de todo esto.
Todo avanza, todo cambia, todo evoluciona, y es hora de que
yo también lo haga. Este barrio ya no es mi lugar, y sí, está lleno de momentos
y recuerdos, pero ya forman parte del pasado.
Es hora de que yo también avance y comience a crear nuevas
vivencias. Es hora de que siga caminando sin importar lo demás, aunque me
cueste.
En fin, creo que voy a terminar aquí. He removido demasiado
los recuerdos, y eso a veces es doloroso.
Supongo que te preguntarás cómo estoy yo. Bueno, estoy un
poco perdido, aunque he estado bastante peor en el pasado. Otra vez el pasado,
¿lo ves? Vuelvo una y otra vez a él. La vida sigue, y sigo sin darme cuenta.
Ahora sí, voy a terminar aquí de verdad.
Respóndeme si ves que tal, no hay prisa. Quizás ni siquiera
lo hagas, al fin y al cabo, ya nada es lo mismo.
Hasta la próxima.
Un abrazo.