Ayer, 29
de abril, cumplí 30 años.
Tres décadas, seis lustros, 10950
días.
Para
algunos puede parecer mucho, para otros, muy poco.
Curiosamente,
todos, o casi todos coinciden en algo:
Todo el mundo dice que estoy en la edad de disfrutar de la vida.
Dicen
que salga, que me divierta, que haga locuras sin pensar en el mañana.
“¡Vive! ¡Solo tienes una vida! ¡Estás en la edad perfecta!”
Pero… ¿Por
qué?
Yo no quiero eso.
Desde
que tengo uso de razón, he buscado tener una estabilidad en todos los ámbitos
de la vida.
No busco
una vida de desfase llena de experiencias espectaculares y fantásticas.
En
realidad, sería bastante feliz con una vida tranquila y “normal”.
Claro,
que, ¿qué entendemos por normal?
Ese es
otro tema que ya trataré en otra entrada.
Tengo 30
años, y busco calma y tranquilidad.
A fin de
cuentas, la edad es solo un número, y no debemos dejarnos condicionar por esta.
Vive,
sí. Pero vive a tu manera.
No dejes
que nada ni nadie te dicte cómo debes llevar tu propia vida.
¿Tienes
20 años y quieres quedarte en casa un sábado noche leyendo? ¡Hazlo!
¿Tienes 50 y quieres salir a la discoteca a bailar? ¡Hazlo!
No
importan las miradas, no importan los chismorreos. No importa nada de eso.
Lo único
que importa es tu tiempo, tu vida.
Y debes sentirte satisfecho con ella.
Por eso,
vive, haz lo que te dé la gana.
Y al que
no le guste, que no mire.