sábado, 13 de abril de 2024

El Nómada I

 


Llevaba días caminando sin rumbo ni destino. Tan solo avanzaba, sin siquiera cuestionarse por qué lo hacía. Un pie tras otro, paso a paso.

Observó el entorno que le rodeaba, todo carecía de color, hacia tiempo que la escala de grises se había adueñado del mundo y había despojado al resto de tonos para siempre.

«Siempre…» pensó mientras sacudía la mochila que llevaba a la espalda.

Ese concepto le resultaba extraño. Si no hallaba algo de comer pronto, conocería lo que era descansar para siempre.

Anduvo sin descanso hasta que llegó la noche. Cerca de él tan solo ruinas, y ninguna le otorgaría refugio suficiente.

Suspiró mientras contaba la munición que le quedaba en la vieja pistola que portaba. No tardó demasiado en terminar, una única bala en la recámara aguardaba pacientemente.

Eso era todo, 8 gramos de plomo es cuanto hacía falta para acabar con todo. Algo tan pequeño podría causar algo tan grande, tan eterno.

Echó otra ojeada a las ruinas que le rodeaban. Pensó que lo más sensato sería ponerle fin a todo, así al menos descansaría. Y quién sabe, quizás incluso se reuniría con sus seres queridos.

Estaba tan concentrado en sus pensamientos que apenas se percató cuando un sonido atronador llegó llevado por el viento.

«Un disparo» pensó.

Tenía que actuar rápido, pues ya no solo la noche le acechaba. Se acercó a las ruinas y buscó una decente. No iba a cometer el error de ocultarse en la más estable y segura, pues aquello sería demasiado evidente y le pondría en peligro.

Entre todas ellas divisó una. Antaño debió ser una tienda, pero ahora solo quedaba un muro y medio, parte del suelo, y el mostrador. El resto no era más que escombros.

Se acercó al viejo mostrador de madera, aunque sabía perfectamente que allí no habría nada para comer. Seguramente había sido saqueado varias veces a lo largo del tiempo.

En efecto, estaba completamente vacío, aunque todavía conservaba las puertas corredizas en las que solían almacenar enseres. Aquello le serviría como refugio.

Primero acomodó la mochila en el interior, y después se metió él mismo dentro. Cerró la puerta y aguardó.

Estaba estrecho, lleno de polvo y olía a humedad, pero al menos le resguardaba del frío de la noche y de otros posibles supervivientes.

Antaño habría elaborado alguna estrategia para vigilar a las personas que habían causado el disparo, por si eran buenas y podían ayudarse mutuamente. Sin embargo, ya hacía bastante tiempo que no quedaban buenas personas, y él lo sabía perfectamente.

Y, si quedaba alguna, estaría escondida en algún armario, cómo él.

Cerró los ojos y trató de dormir.

Cuando despertó pudo escuchar que fuera estaba lloviendo. Llovía mucho últimamente, aunque por suerte ahí dentro estaba cubierto. Decidió esperar a que amainase, y después salió y se puso en marcha de nuevo.

No pudo ver huellas, pues la lluvia había borrado todo, pero tampoco veía signos de que hubiese alguien cerca, así que continuó su camino sin rumbo.

Llegó a una colina bastante alta, pensó que tal vez desde arriba podría ver algo interesante, así que ascendió con cuidado entre las rocas y el barro.

No muy lejos de allí divisó una vieja carretera, y por ella caminaban un hombre con un carro de la compra y un niño a su lado. Recordó un viejo libro, pero podría tratarse de cualquiera. Dudó sobre si acercarse a ellos, tal vez fuesen buenas personas. Iba un niño, y eso era buena señal. ¿Quién sino una buena persona viajaba con un niño ileso en aquellos tiempos?

Finalmente decidió no acercarse, pues, pese a que su instinto le decía que eran buena gente, sabía que era peligroso.

Se sentó allí arriba, observando todo en la distancia. Hizo memoria, apenas recordaba la última vez que vio algo natural de color verde.

Suspiró agotado y emprendió de nuevo la marcha, sin saber hacia dónde dirigirse, ni por cuánto tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué se te pasa por la cabeza, Habitante?

El Nómada III

  Amaneció un día más en aquel devastado mundo. Un día más en el que tendría que continuar caminando por el sendero sin rumbo ni colores, to...