Antes de comenzar esta entrada me gustaría disculparme por llevar tanto tiempo sin publicar nada.
Han pasado
muchas cosas en los últimos meses, y todo se me ha ido un poco de control.
He seguido
creando, eso siempre, pero sí es verdad que he dejado un poco apartado el blog.
Lo siento.
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Entre furioso y
entristecido pegó el último trago a su copa. Sentía cómo su sangre hervía, y su
mente, ya nublada por el alcohol, se volvía cada vez más turbia. Apretó el
vaso, con tanta fuerza que estuvo a punto de reventarlo. Tuvo tentaciones de
estrellarlo contra la pared. Quizás algo de destrucción le hiciera sentir
mejor. Sin embargo, lo dejó con desgana sobre la barra del bar.
Observó a su
alrededor, aunque su visión borrosa y balanceante no le permitían captar todos
los detalles del lugar. Pensó en pedirse otra copa, tal vez un poco más de
aquel veneno le ayudaría a calmar el sentimiento que le corroía por dentro. Miró
al camarero, que estaba sirviendo unas cervezas a un grupo de jóvenes.
Se fijó entonces
en ellos; todos parecían contentos y cómodos. Él resopló y decidió irse a otro
bar. Pagó la cuenta y comenzó a caminar por una ciudad ya durmiente debido a
las altas horas que eran. Ciudad oscura y triste.
No tardó mucho
en toparse con otro tugurio abierto. Otras cosas no, pero tabernas se podían
encontrar a todas horas.
«Mundo de
tristes borrachos en el que me hayo» pensó mientras se daba cuenta de la
ironía.
Entró en aquel
bar con la esperanza de que no hubiese mucha gente allí. Aunque no iba a
engañarse, seguramente estaría lleno. Para su sorpresa, apenas había tres mesas
ocupadas. Se acercó a la barra, él no era del tipo de persona que se sentaba en
las mesas; eso se lo dejaba a aquellos que iban acompañados.
Pidió una copa
de ron con limón y contempló el lugar. No era nada destacable, se trataba del
típico garito; unas mesas, decoración desfasada, algunas máquinas tragaperras,
los baños al fondo a la derecha…
«Los baños»
pensó. Se acababa de dar cuenta de que llevaba más de media hora con ganas de
orinar.
Pegó un trago a
la copa que le acababa de servir el camarero y se dirigió al baño.
Estaba en mitad
del proceso cuando su cuerpo se tambaleó por la voluntad del alcohol, haciendo
que se mojase el pantalón de forma bastante evidente. Lejos de enfadarse,
comenzó a reírse, pero no porque le hiciese gracia. Era más bien una risa de
desesperación, de esas que no estás seguro de si te están salvando o
acercándote más a la locura. Se secó como pudo con el escaso papel higiénico
que quedaba, se lavó las manos y volvió dispuesto al reencuentro con su mejor
amigo: el ron con limón.
Sin embargo, una
ira irracional le invadió al comprobar que, no solo su copa estaba vacía, sino
que encima alguien se había sentado en su sitio. Se acercó echando humo y puso
la mano sobre el hombro de aquella persona.
—Disculpa, amigo. ¿Te has bebido mi copa? —preguntó
sin apenas vocalizar.
El hombre, cuya
estatura era un poco más baja de la media, y con algo de sobrepeso, se giró
hacia él con una sonrisa.
— ¿Era tuya? ¡Qué mal gusto tienes! ¿Quién
bebe ron con limón hoy en día? —preguntó con total confianza.
Le pilló
totalmente por sorpresa, tanto que no sabía si enfadarse o sentarse a tomarse
algo con él.
— ¡Camarero, ponle a este hombre algo
decente! —dijo de pronto.
— ¿Qué tiene de malo el ron con limón? —consiguió
decir.
Solo obtuvo una
risa como respuesta, y el camarero le sirvió una copa con algo de color naranja
en su interior.
—Prueba esto, anda. Verás que bueno.
¡Camarero! ¿Y el aperitivo? —dijo el hombre.
Dudó unos
instantes, pero finalmente acercó una silla y se sentó junto a él. Pegó un
trago a la bebida.
— ¿Qué tal está?
—Bueno, no es ron con limón, pero está bueno —contestó.
Y entonces
sucedió algo que llevaba tiempo sin ocurrir. Tanto que ni siquiera recordaba la
última vez: una ligera carcajada sincera se escapó por su boca.
—Si quieres te pido otra copa de esas que
tanto te gustan y me bebo yo esta —dijo el hombre mientras hacía amago de
cogerla.
—Eh, ni se te ocurra —contestó mientras
agarraba el vaso y pegaba otro trago.
—Venga, reconócelo. Está más bueno que lo
otro. Me llamo Kevin, por cierto —dijo mientras extendía su mano.
Él dudó unas
milésimas de segundo, pero finalmente se la estrechó.
—Yo soy Jack.
Kevin le miró
con una sonrisa socarrona.
—Te falta algo —dijo.
Jack le miró
extrañado.
— ¿Eh? —preguntó.
— ¡Pues reconocer que el cóctel está más
bueno que tu orina de burra!
Otra vez
sucedió, pero esta vez más fuerte que antes; Jack comenzó a reírse.
—Vale, vale. Tú ganas, está más bueno.
Kevin esbozó una
sonrisa enorme y se puso en pie.
—Bueno, creo que es hora de irnos.
— ¿Irnos? ¿Hablas en plural? —preguntó Jack.
— ¡Para nada! Venga, levanta y vámonos.
Jack dudó, pero
finalmente accedió. Total, tampoco tenía mucho que perder.
—Te advierto que no llevo nada de dinero, y
mi móvil es de gama baja y tiene 5 años ya —dijo Jack.
— ¿Qué? —preguntó Kevin confuso.
—Por si tu intención es atracarme. Así te
ahorras la sorpresa de ver que no tengo nada —contestó Jack sin poder contener la
risa.
—Me has pillado… Me va a tocar buscarme otra
víctima…
Ambos salieron
de allí entre risas y bromas. Caminaron por una ciudad que ya no parecía tan
oscura ni tan triste, hasta llegar a un puente.
— ¿Qué hace una persona cómo tú sola a estas
horas? —preguntó Jack.
Kevin le miró
confuso.
— ¿A qué te refieres?
—Bueno, es evidente que no eres ningún rarito
sin carisma ni habilidades sociales. No entiendo qué haces a estas horas un fin
de semana en vez de estar con, no sé, tus amigos.
— ¡Ah! Es que no tengo amigos —contestó.
Lo había dicho
muy serio y convincente. Demasiado para ser una broma.
Jack se quedó en
silencio esperando una explicación.
— ¿Qué? ¿Estás esperando una explicación? —preguntó
Kevin.
Jack asintió.
— ¿Y tú? ¿Qué haces tú solo?
—Tampoco tengo amigos —contestó Jack.
—Jack, tengo una proposición para ti. Eres la
persona indicada —dijo Kevin de pronto.
— ¿Qué? —preguntó Jack con el ceño fruncido.
Kevin se puso de
rodillas.
—Jack… ¿Me harías el honor de ser mi amigo? —preguntó.
—Nada me haría más feliz —contestó Jack.
Los dos
comenzaron a reírse sin saber que aquello era el comienzo de algo mucho más
grande.