martes, 19 de marzo de 2024

Ron con limón



Antes de comenzar esta entrada me gustaría disculparme por llevar tanto tiempo sin publicar nada.

Han pasado muchas cosas en los últimos meses, y todo se me ha ido un poco de control.

He seguido creando, eso siempre, pero sí es verdad que he dejado un poco apartado el blog.

Lo siento.


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Entre furioso y entristecido pegó el último trago a su copa. Sentía cómo su sangre hervía, y su mente, ya nublada por el alcohol, se volvía cada vez más turbia. Apretó el vaso, con tanta fuerza que estuvo a punto de reventarlo. Tuvo tentaciones de estrellarlo contra la pared. Quizás algo de destrucción le hiciera sentir mejor. Sin embargo, lo dejó con desgana sobre la barra del bar.

Observó a su alrededor, aunque su visión borrosa y balanceante no le permitían captar todos los detalles del lugar. Pensó en pedirse otra copa, tal vez un poco más de aquel veneno le ayudaría a calmar el sentimiento que le corroía por dentro. Miró al camarero, que estaba sirviendo unas cervezas a un grupo de jóvenes.

Se fijó entonces en ellos; todos parecían contentos y cómodos. Él resopló y decidió irse a otro bar. Pagó la cuenta y comenzó a caminar por una ciudad ya durmiente debido a las altas horas que eran. Ciudad oscura y triste.

No tardó mucho en toparse con otro tugurio abierto. Otras cosas no, pero tabernas se podían encontrar a todas horas.

«Mundo de tristes borrachos en el que me hayo» pensó mientras se daba cuenta de la ironía.

Entró en aquel bar con la esperanza de que no hubiese mucha gente allí. Aunque no iba a engañarse, seguramente estaría lleno. Para su sorpresa, apenas había tres mesas ocupadas. Se acercó a la barra, él no era del tipo de persona que se sentaba en las mesas; eso se lo dejaba a aquellos que iban acompañados.

Pidió una copa de ron con limón y contempló el lugar. No era nada destacable, se trataba del típico garito; unas mesas, decoración desfasada, algunas máquinas tragaperras, los baños al fondo a la derecha…

«Los baños» pensó. Se acababa de dar cuenta de que llevaba más de media hora con ganas de orinar.

Pegó un trago a la copa que le acababa de servir el camarero y se dirigió al baño.

Estaba en mitad del proceso cuando su cuerpo se tambaleó por la voluntad del alcohol, haciendo que se mojase el pantalón de forma bastante evidente. Lejos de enfadarse, comenzó a reírse, pero no porque le hiciese gracia. Era más bien una risa de desesperación, de esas que no estás seguro de si te están salvando o acercándote más a la locura. Se secó como pudo con el escaso papel higiénico que quedaba, se lavó las manos y volvió dispuesto al reencuentro con su mejor amigo: el ron con limón.

Sin embargo, una ira irracional le invadió al comprobar que, no solo su copa estaba vacía, sino que encima alguien se había sentado en su sitio. Se acercó echando humo y puso la mano sobre el hombro de aquella persona.

  —Disculpa, amigo. ¿Te has bebido mi copa? —preguntó sin apenas vocalizar.

El hombre, cuya estatura era un poco más baja de la media, y con algo de sobrepeso, se giró hacia él con una sonrisa.

  — ¿Era tuya? ¡Qué mal gusto tienes! ¿Quién bebe ron con limón hoy en día? —preguntó con total confianza.

Le pilló totalmente por sorpresa, tanto que no sabía si enfadarse o sentarse a tomarse algo con él.

  — ¡Camarero, ponle a este hombre algo decente! —dijo de pronto.

  — ¿Qué tiene de malo el ron con limón? —consiguió decir.

Solo obtuvo una risa como respuesta, y el camarero le sirvió una copa con algo de color naranja en su interior.

  —Prueba esto, anda. Verás que bueno. ¡Camarero! ¿Y el aperitivo? —dijo el hombre.

Dudó unos instantes, pero finalmente acercó una silla y se sentó junto a él. Pegó un trago a la bebida.

  — ¿Qué tal está?

  —Bueno, no es ron con limón, pero está bueno —contestó.

Y entonces sucedió algo que llevaba tiempo sin ocurrir. Tanto que ni siquiera recordaba la última vez: una ligera carcajada sincera se escapó por su boca.

  —Si quieres te pido otra copa de esas que tanto te gustan y me bebo yo esta —dijo el hombre mientras hacía amago de cogerla.

  —Eh, ni se te ocurra —contestó mientras agarraba el vaso y pegaba otro trago.

  —Venga, reconócelo. Está más bueno que lo otro. Me llamo Kevin, por cierto —dijo mientras extendía su mano.

Él dudó unas milésimas de segundo, pero finalmente se la estrechó.

  —Yo soy Jack.

Kevin le miró con una sonrisa socarrona.

  —Te falta algo —dijo.

Jack le miró extrañado.

  — ¿Eh? —preguntó.

  — ¡Pues reconocer que el cóctel está más bueno que tu orina de burra!

Otra vez sucedió, pero esta vez más fuerte que antes; Jack comenzó a reírse.

  —Vale, vale. Tú ganas, está más bueno.

Kevin esbozó una sonrisa enorme y se puso en pie.

  —Bueno, creo que es hora de irnos.

  — ¿Irnos? ¿Hablas en plural? —preguntó Jack.

  — ¡Para nada! Venga, levanta y vámonos.

Jack dudó, pero finalmente accedió. Total, tampoco tenía mucho que perder.

  —Te advierto que no llevo nada de dinero, y mi móvil es de gama baja y tiene 5 años ya —dijo Jack.

  — ¿Qué? —preguntó Kevin confuso.

  —Por si tu intención es atracarme. Así te ahorras la sorpresa de ver que no tengo nada —contestó Jack sin poder contener la risa.

  —Me has pillado… Me va a tocar buscarme otra víctima…

Ambos salieron de allí entre risas y bromas. Caminaron por una ciudad que ya no parecía tan oscura ni tan triste, hasta llegar a un puente.

  — ¿Qué hace una persona cómo tú sola a estas horas? —preguntó Jack.

Kevin le miró confuso.

  — ¿A qué te refieres?

  —Bueno, es evidente que no eres ningún rarito sin carisma ni habilidades sociales. No entiendo qué haces a estas horas un fin de semana en vez de estar con, no sé, tus amigos.

  — ¡Ah! Es que no tengo amigos —contestó.

Lo había dicho muy serio y convincente. Demasiado para ser una broma.

Jack se quedó en silencio esperando una explicación.

  — ¿Qué? ¿Estás esperando una explicación? —preguntó Kevin.

Jack asintió.

  — ¿Y tú? ¿Qué haces tú solo?

  —Tampoco tengo amigos —contestó Jack.

  —Jack, tengo una proposición para ti. Eres la persona indicada —dijo Kevin de pronto.

  — ¿Qué? —preguntó Jack con el ceño fruncido.

Kevin se puso de rodillas.

  —Jack… ¿Me harías el honor de ser mi amigo? —preguntó.

  —Nada me haría más feliz —contestó Jack.

Los dos comenzaron a reírse sin saber que aquello era el comienzo de algo mucho más grande.

¡Poemario!

  Tras un largo periodo de tiempo trabajando en ello, mi pareja y yo al fin hemos conseguido sacar a la luz nuestro pequeño gran proyecto. S...