jueves, 6 de octubre de 2022

Mario y el demonio

 


Hoy he decidido hacer algo “nuevo”, y escribir un relato para publicarlo aquí. Lo voy a escribir sin parar, sin pararme a pensar, ni a retocar nada. Lo que salga, salió. Espero que os guste.
Así que, sin nada más que añadir, comencemos.

 

«Mario era un niño aparentemente normal. Tenía sus amigos, a su familia, iba al colegio… Llevaba la típica vida que cualquier niño normal y corriente llevaría.

Sin embargo, Mario tenía algo. Algún tipo de habilidad, o, mejor dicho, una maldición.
Podía ver a un pequeño demonio que le acompañaba a todas partes.

Allá a donde fuese, aquel endiablado ser le perseguía.

Al principio no le prestó mucha atención, pues no le molestaba mucho, tan solo le ponía caras. Le resultaba hasta gracioso.
Sin embargo, a medida que fue pasando el tiempo, y que Mario fue creciendo, el pequeño demonio dejó de ser tan pequeño.

Un día, cuando menos se lo esperaba, aquel demonio le despertó en mitad de la noche. Por primera vez, aquel demonio habló.

Mario se levantó totalmente sobresaltado, no entendía qué estaba pasando.

  —Eh, oye. ¿Qué ha sido ese ruido? —preguntó el demonio.

Mario, extrañado, se quedó en silencio.

  — ¿Y si se ha colado un ladrón? ¿Y si quiere asesinarte? —insistió el demonio.

Aquello molestó a Mario, e intentó ignorarle.

  — ¿Y si también va a por tus padres? Tenemos que hacer algo, ¿no?

Por más que Mario trataba de ignorarlo, él insistía e insistía.

  — ¿Y si…? ¿Y si…?

Mario comenzó a tener miedo, y a sentir algo que nunca antes había sentido. Una opresión en el pecho, palpitaciones, e incluso sentía que le costaba respirar. ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Qué era aquello?

  — ¡A lo mejor te estás muriendo! —exclamó de pronto el demonio.

Aquello asustó aún más a Mario, que fue corriendo al cuarto de sus padres para pedir ayuda.

Les despertó y les explicó lo que estaba pasando. Pero sus padres no hicieron mucho caso, pensaron que eran cosas de niños, y que habría tenido alguna pesadilla. Encendieron la luz, le contaron un cuento, y listo.

Pero Mario seguía viendo a aquel demonio, observándoles desde la esquina del cuarto, y haciendo gestos sin parar.

No pasó mucho tiempo hasta que el demonio volvió a hablarle.

Esta vez estaba en el colegio, jugando en el patio con sus amigos, cuando de pronto, habló.

  —Fíjate en cómo te miran… ¡Creen que eres tonto!

 Mario lo ignoró.

  —Oye, tal vez seas tonto de verdad. Párate a observar cómo te expresas. ¿Ves? Pareces tonto. ¡Todos piensan que eres tonto! —empezó a reírse el demonio.

Mario se comenzó a encontrar mal, e incluso llegó a pensar que de verdad parecía tonto. Su humor cambió de golpe, y sus amigos lo notaron.
Le preguntaron varias veces que si estaba bien, pero él no quería hablar del tema.

Pese a ello, finalmente cedió a la presión, y les contó a sus amigos sobre el demonio.

Se quedaron en silencio, y de pronto estallaron en carcajadas.

Mario se sintió tremendamente mal, incomprendido, y estúpido. Fue en aquel momento en el que decidió que jamás volvería hablar del tema.

Pero aquella noche, el demonio volvió a hablarle…

  —Eh, quizás estés loco de verdad. Tal vez tus amigos tienen razón, ¿no crees? ¡Estás loco, estás loco!

Mario comenzó a llorar hasta que se quedó dormido.

Pasaban los años, y el demonio seguía allí, hablando cada vez más.

Llegó un momento en la vida de Mario en el que él mismo empezó a dudar de su propia cordura. Y a dudar de todo.

Pero él siguió adelante, pese a todo. Aunque el demonio era muy fuerte, y nunca se callaba.

En aquel entonces tenía novia, y todo iba genial entre ellos.
Hasta que el demonio hizo de las suyas.
Un día, Mario estaba en su casa, leyendo, cuando escuchó aquella maldita voz.

  — ¿Y si tu novia ha dejado de quererte? ¿Te imaginas? De pronto se ha dado cuenta de que está mejor sin ti, de que eres una carga, y que no quiere tener nada que ver contigo.

  —Eso es absurdo, ella me quiere. Todo está bien entre nosotros —contestó Mario.

  —Ya, claro… ¿Cómo lo sabes? ¡Tal vez te miente! ¿Y si está con otro ahora mismo?

Mario decidió ignorarle por completo, pero aquella sensación que sintió cuando el demonio habló por primera vez, y que había sentido desde entonces cada vez que él hablaba, volvió.

El tiempo seguía pasando, y el demonio nunca dejó de hablarle. Cualquier momento era bueno, en cualquier lugar o situación.
Además, haciendo alarde de maldad, siempre esperaba a que Mario se confiase para aparecer de nuevo e inestabilizarle.

Mario llegó a tener hijos con aquella mujer que fue su novia, y ahora su mujer.

Un día, mientras esperaba a que sus hijos saliesen de clase, el demonio habló.

  — ¿Y si les han secuestrado? ¡Imagina! Un pederasta ha raptado a tus hijos justo cuando parpadeaste. ¿Qué harás ahora?

Pero Mario no hizo caso, al principio.

  — ¿Vas a quedarte tan tranquilo mientras tus hijos han desaparecido?

Y comenzó a sentirse mal, de nuevo.

Así transcurrió la vida de Mario, marcada siempre por la voz de aquel maldito demonio que le acompañaba a todas partes desde que era pequeño.

Hasta que llegó el día en el que Mario se encontraba en su lecho de muerte.
Y, el demonio, también anciano, se sentó a su lado.

  —Eh, Mario… ¿Qué pasará cuando mueras? ¿Desaparecerás para siempre? ¿No habrá nada? ¿No tienes miedo?

Mario ignoro a aquel maldito demonio.

  —Escúchame, ¿no tienes miedo?

Miró a su alrededor, vio a su mujer, a sus hijos y sus nietos, sus amigos... Todos allí reunidos para despedirse de él.
Luego miró al demonio con una sonrisa.

  — ¿De qué te ríes? —preguntó el demonio extrañado.

  —De ti, maldito demonio estúpido.

  — ¿Por qué? Me debería reír yo de ti. Me he pasado toda tu vida causándote malestar.

Mario empezó a reírse.

  —Quizás hayas pasado toda la vida ahí, tratando de hundirme. Pero mira a nuestro alrededor. ¿Qué ves?

  —Un montón de personas. ¿Y qué?

Mario negó con la cabeza.

  —No es solo un montón de personas. Fíjate bien. Es gente que me quiere de verdad. Gente que, pese a todo, ha estado a mi lado hasta el final. ¿No lo ves? Aunque tú hayas estado toda la vida tratando de hacerme caer, mira todo lo que he conseguido. He seguido viviendo, he luchado, he cumplido muchos de mis sueños… ¿Y tú? ¿Qué has conseguido tú?

El demonio puso hizo una mueca de disgusto.

  — ¿Lo ves ahora? Yo he conseguido todo esto. Y tú… Tú no has conseguido nada. Voy a morir, pero lo haré feliz y satisfecho por haber vivido una vida plena pese a todo. Y tú… Tú vas a desaparecer sabiendo que nunca conseguiste el único objetivo que te marcaste en la vida.

Mario miró a sus seres queridos, les dedicó una sonrisa, y cerró los ojos para siempre.»

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