En la
entrada anterior mencioné el tema de la normalidad.
¿Qué es
lo normal? ¿Qué es lo común?
He encontrado 10 definiciones de la palabra “normal”.
Pero vamos a romper la cuadrícula, vamos a ponernos un poco “abstractos”.
Coloquialmente
hablando, todos entendemos por normal algo común, que todo el mundo realiza, y
que no destaca.
En la
otra entrada dije que yo solo quería una vida normal.
Bueno,
¿qué es una vida normal?
Hace
unos años, se entendía por ello tener un trabajo estable, una pareja, casarte,
tener hijos… Dejar que el ritmo… ¿Natural? De la vida siguiese su curso.
Pero…
¿Eso es lo normal a día de hoy?
Detengámonos
a mirar a nuestro alrededor:
¿Cuánta gente tiene un trabajo estable?
¿Cuánta se casa? ¿Cuánta tiene hijos?
Y eso
solo centrándonos tan solo en ese aspecto de la vida, porque si nos ponemos a
plantear más y más…
La moda.
La moda refleja bastante bien la “normalidad”.
Personas
que llevan determinada marca de ropa, o ciertos tipos de complementos, lo que
sea.
Al final
somos nosotros mismos los que normalizamos algo.
Pero… ¿Eso es bueno?
En
ciertas ocasiones, diría que sí.
Sin embargo, llega un momento en el que se tiende a normalizar situaciones o
acciones que no deberíamos ver “normales”.
Sin remontarnos
muy atrás en el tiempo (aunque quizás no tanto tiempo atrás), en este país, y en muchos, estaba normalizado el
machismo.
En otros lugares, sigue estando a la orden del día, desgraciadamente.
A eso me
refiero:
La normalidad tiene un poder increíble.
Puede
hacer que veas algo terrible como lo más normal del mundo, y que, cosas que
deberían ser comunes, se vean como extrañezas.
Quizás
tú y yo, a modo individual, no podamos afectar mucho al concepto de lo que es
normal y lo que no.
Pero toda revolución comienza por alguien que se alza.
La
normalidad es extraordinaria, y debemos utilizarla con cabeza.
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