lunes, 29 de junio de 2020

Pájaros


Y en estas noches soleadas, en las que el Sol quema mi piel, y la oscuridad desgarra mis entrañas, cuando más miro en mi interior y me pregunto:

¿Cuán harto puede estar un hombre?

¿Cuál es el nivel de hartazgo que puede soportar un mortal antes de perder la cordura, o arrebatarse su propia vida?


Vivo con miedo, y la eterna incertidumbre, de si seré capaz de ver un nuevo amanecer, o si, por el contrario, esta noche será realmente eterna, o acabaré sucumbiendo...


Y, sinceramente, cada vez me veo más cerca de alcanzar ese límite.


Cada día la presión en mi pecho es mayor, y me cuesta más mantenerme a mí mismo.

Ya no tengo tregua, desde que me despierto, hasta que me duermo. Y las pesadillas que sufro desde hace meses tampoco ayudan.


Siento que giro y giro, dentro de una espiral que me consume y corrompe cada día un poco más, hasta que no queda nada de mí, hasta que sea demasiado tarde.

¿Demasiado tarde para qué?


Necesito salir de aquí, escapar, huir de mi propia mente, de mi propia cárcel.

Intento darme esperanza a mí mismo, intento decirme que todo mejorará, que tan solo tengo que aguantar un poco más, que, tal y como le he dicho siempre a todos los que necesitaban apoyo, la tormenta no dura para siempre, y mañana saldrá el Sol.

De verdad intento buscar ese atisbo de luz que vi hace tiempo, y luchar.


Alguien me dijo una vez:



Siento que eres como un pájaro enjaulado en medio de un salón enorme, lleno de luces que te llevan a una salida.
Pero, estás allí, encerrado en la jaula, viendo cómo se apagan una a una todas las luces, hasta que sólo queda una, indicando la verdadera salida.
Pero… ¿El pájaro quiere salir de esa jaula? Intentó abrir sus alas, y chocó con los barrotes tantas veces, que ya lo sigue intentando; si no lo ha conseguido antes, ¿por qué iba a lograrlo después?
Y ese es su fallo, ningún pájaro nace sabiendo volar, y, si sigue intentando abrir sus alas, y tras haber chocado varias veces, habría visto que hay una puerta abierta en la jaula, justo ahí, donde la primera vez no había nada.
Ese pájaro no está seguro de querer salir, porque, de hecho, esa jaula ha sido autoimpuesta por él, al igual que es su propio carcelero.
Sólo él, él mismo es el único que puede hacerla desaparecer... Pero, ¿quiere eso?
No lo tiene claro, pero las luces seguirán fundiéndose, y necesita tomar una decisión de peso.




Tal vez tenía razón, quizás yo mismo me impongo las barreras.

¿Seré mi propio carcelero?

No puedo saberlo, pues, siempre que he abierto las alas, me he chocado contra esos barrotes, y sigo sin ver esa salida.

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