lunes, 1 de junio de 2020

En la cuerda floja.

Esto no es más que uno de los muchos textos que supuro cuando la Oscuridad me abraza con fuerza:


Siento que he estado ahí toda mi vida, año tras año.

Unas veces más cerca de caerme, otras, con los pies firmemente apoyados.

Pero siempre, siempre en la cuerda floja.


Alguien que me conoce desde hace mucho tiempo, que sabe gran parte de la historia que arrastro, me dijo en su día: “estoy preocupado por ti, creo que estás a una desgracia de perder la cabeza”.

Lo admito, yo mismo tenía miedo de ello.

Siempre sentí que mi mente, mi ser, estaban a punto de quebrarse y perderse para siempre en el océano de pesadillas que hay ahí abajo, esperando a que me caiga de esta cuerda floja.


He estado a punto de caer más veces de las que jamás admitiría.

Muchos días, muchas noches, sumido en la más completa oscuridad, pensando fervientemente que, la única salida, la opción más sensata, era, simplemente, dejarme caer.


¿Qué más daría?


Muy poca gente me extrañaría, muy pocos llorarían mi… ¿Pérdida?

Siempre pensé que soy más una carga, que no aporto nada positivo en el mundo de quienes me rodean.


He luchado toda mi vida, contra todo, contra mí mismo, contra los demás, contra los fantasmas que habitan en mi cabeza, contra el mismo Universo.

Siempre luchando, siempre guerreando.

En una batalla que se extiende ya más de dos décadas, y que parece no tener otro final que mi desaparición.


La Bestia siempre ha estado ahí, susurrando desde lo más oscuro de mi ser, pidiendo ser liberada.


He luchado por mí, por los demás, he luchado demasiado.

Me he quedado sin fuerza tantas veces que estoy realmente sorprendido de estar aquí ahora, de conservar algo de cordura todavía.

Estuve cosa de una década yendo a terapia, y un tiempo medicándome, como actualmente.

La terapia nunca me ayudó, al contrario, me hacía ver con mayor claridad el abismo en el que estaba, en el que estoy, sumido, y me hacía reafirmarme en mi pensamiento de que, la única salida es abandonar este reino terrenal.


¿Por qué sigo aquí? ¿Por qué sigo luchando? ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene?


Son muchas las cuestiones que abordan mi mente cada día, y son muchos los terrores que me acechan cada noche.


¿Cuánta gente asistiría a mi funeral?


Siento que, de una forma u otra, todos me han fallado, que siempre he dado todo de mí, torciendo y retorciendo mi ser, y que nunca ha servido de nada.

Me he arrastrado, me he adaptado, he cambiado, he fallado a todos y cada uno de mis principios. Siempre por el bien de los demás, siempre por un bien mayor.


Juro que he dado todo de mí, que me he esforzado al máximo, hasta llegar al punto de quemarme y romperme cada vez más.

Todos me han conocido siempre con una sonrisa en la cara, y dispuesto a ayudar a todo aquel que precisase de ayuda, sobrepasando mis propias posibilidades.

Ha sido mucha gente la que ha llorado en mi hombro, mucha la que ha utilizado la poca luz que quedaba en mi interior para guiarse en la oscuridad.


¿Y cuánta de esa gente se ha girado a mirarme al marcharse?

¿Siquiera se acuerda alguien de mí? ¿Pervivo en la memoria de todos aquellos que perduran en la mía?


No creo que nadie de esa gente piense ni una sola vez en mí a lo largo de sus días.

Nadie recuerda, nadie ve.


¿De qué me sirvió todo, entonces? ¿Para qué he empleado mis fuerzas en apoyar a gente que sabía que se marcharían sin siquiera dedicarme una sonrisa?

Y, lo mejor de todo… ¿Por qué lo sigo haciendo?

¿Por qué sigo luchando?


«¡¿Para qué seguir?! ¡¿Para qué insistir?!» Dijo aquel que pude ser yo en otros tiempos.

Y qué razón tenía…


Dije, hace muchos años, “seguiré mi camino por mucho que duela”, pero… ¿Hacia dónde va ese camino?

¿A caso hay un camino?


No lo sé.


Siempre he seguido caminando, cuestionándome cada mísero día de mi vida hacía dónde me lleva el camino que yo mismo estoy forjando.


Y aquí sigo, en la cuerda floja.


Me tiemblan las piernas, apenas me quedan fuerzas.

Veo al Abismo observarme desde abajo, esperando a que finalmente caiga.

Pero sigo caminando, sigo adelante…


¿Hacia dónde? ¿Para qué?


No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué se te pasa por la cabeza, Habitante?

El Nómada III

  Amaneció un día más en aquel devastado mundo. Un día más en el que tendría que continuar caminando por el sendero sin rumbo ni colores, to...