A veces, el silencio y el ruido se presentan de formas muy distintas.
Hay momentos en los que, pese a todo el ruido exterior, tú sientes un silencio desolador. Tanta gente, tantas personas en el mundo y, sin embargo, nadie parece decir nada.
Observas a tu alrededor, buscas algo en sus miradas, una chispa, un reflejo. Cualquier indicio de que están realmente ahí, de que pueden verte.
Pero lo único que encuentras ese ese desgarrador silencio que reafirma la soledad en la que estás sumido.
Lanzas gritos de auxilio, intentas desesperadamente que alguien te escuche, pero, dentro de ese terrible ruido nadie puede oírte. Solo hay silencio.
Y es en ese momento en el todo cambia. Poco a poco, dejas de escuchar el ruido que te rodea. Empieza a hacerse imperceptible, hasta que dejas de escucharlo por completo.
Ahí es cuando comienza el verdadero ruido.
Tu mente grita, lanza alaridos de dolor. Miles de pensamientos por segundo.
Empiezas a sentirte desbordado.
Sientes que no eres nadie, que no eres nada.
Nadie puede verte, nadie quiere verte.
Has buscado ayuda, has suplicado clemencia.
Has confiado en aquellos que se acercaron presentándose como aliados, pero que luego fueron los primeros en apuñalarte por la espalda y pisotearte.
Has perdonado, y, con mucho esfuerzo, has conseguido volver a abrirte ante otras personas. Has vuelto a confiar en ellos, incluso a quererlos...
Solo para que, una vez más, te hayan apuñalado en lo más profundo de tu ser.
Llegas a niveles de desesperación en los que te planteas realmente si todo esto merece la pena.
El dolor se hace tan grande que sientes que estás enfermando.
Cada respiración te duele, cada latido de tu corazón se siente como puñales clavándose.
Apenas duermes, y lo poco que lo consigues, tienes pesadillas.
Ni siquiera hallas consuelo en tus sueños.
El tiempo avanza, y tú te vas transformando.
Cada pequeño detalle, cada desilusión, cada decepción... Todo ha ido contribuyendo a que te conviertas en quien eres ahora.
Te miras al espejo y ya ni siquiera te reconoces en él.
Entre todo el escándalo de tu mente, hay un pensamiento que cada vez va tomando más y más peso: "¿Para qué seguir?".
Comienzas a plantearte cosas, a perder poco a poco la cabeza.
Piensas que, si dejases este mundo repentinamente, no le importaría prácticamente a nadie.
Pese a todo, y sin tener claro el motivo, sigues adelante. Luchando contra un mundo hostil con aquellos que no siguen los patrones de la impuesta "normalidad", luchando contra monstruos egoístas y sádicos que se regocijan de tu sufrimiento.
Luchando contra tu propia mente, contra tus propios pensamientos.
Llegas a un punto en el que realmente no sabes si todo es real, o tan solo estás atrapado en una pesadilla.
Pero sigues caminando, no te detienes. No te permites desfallecer.
Pase lo que pase, sigues adelante.
Con el tiempo tu personalidad y tu forma de pensar han cambiado tanto que ya apenas te reconoces.
Dejas de buscar esa chispa o reflejo en la mirada de los demás.
Dejas de buscar esa conexión con otras personas.
Dejas de buscar ayuda ahí fuera.
Dejas de confiar.
Y otra vez, ruido y silencio vuelven a cambiar.
Ya no hay un silencio y un ruido, ahora hay una mezcla de ambos en la que has aprendido a moverte.
Te has curtido, has desarrollado fortalezas, y has aprendido a caminar a solas.
No necesitas a nadie, puedes vivir perfectamente por tu cuenta.
Pero, sin embargo, algo dentro de ti se niega a soltar ese deseo.
Algo en interior que no has logrado silenciar, sigue fijándose en la mirada de los demás. Esperando encontrar esa chispa o reflejo.
A veces ni siquiera eres consciente de ello, pero está ahí, oculto en ti.
Entre todo el ruido se abre una pequeña franja de silencio en la que puede escucharse una pequeña voz.