Creo que en esta vida todos hemos sentido odio en mayor o menor medida. Hacia algo, hacia alguien. A veces con motivos de peso, otros, por
simple casualidad.
Pero sí, todos lo hemos sentido.
Odio, ira, rabia…
Sinceramente, por triste que suene, la rabia y el odio me
mantuvieron vivo durante mis peores años.
El deseo ferviente de venganza hacia aquellos que me habían
dañado era lo único que me hacía levantarme por las mañanas.
Soñaba con que llegaría el día en el que lograría
devolverles todo el daño que me habían hecho, y aquello me mantuvo con vida.
Tenía una lista, un objetivo, y me juré que todos y cada uno
de ellos pagarían.
Pero nunca hice nada, todo cambió.
Por suerte, conseguí perdonar con el tiempo, y entendí que,
el odio a veces está bien, pero otras, es un veneno que te corrompe y marchita.
Desde entonces siempre he intentado odiar lo menos posible, pero
hay que odiar, pues sin odio, no hay amor.
Y la vida, sin amor, no es vida.
Por eso, odiemos, amemos, sintamos.
Somos seres vivos, y como tal, tenemos sentimientos.
Y lo importante es seguir sintiendo, el máximo tiempo posible,
pues mientras sintamos, estaremos vivos.
Odia, ama, siente, vive.
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